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CELEBRACIÓN DE LOS 50 AÑOS DE EGRESO DE LA PROMOCIÓN 1972

El sábado 26 de noviembre se reunieron en el colegio exalumnos de la Promoción 1972 en una liturgia celebrada por su exprofesor jefe Osvaldo Garay, diácono y ex Director de Pastoral del colegio por muchos años.

Cuando se reúnen antiguos compañeros de curso, en su excolegio (entonces el Liceo San Agustín), se despiertan muchos recuerdos, emociones, nostalgias por aquellos tiempos y memoria de los que no han podido acudir.

Se los vio pasear por su exliceo, cambiado a lo largo de los años, ellos con el recuerdo de un patio de tierra, ahora con construcciones y jardines distintos, con un pórtico diferente, con los tres pilares que identifican a la institución: Interioridad, Comunidad y Libertad; pero el mismo espíritu recobrado. Una bendición poder realizar aquello, 50 años después de egresar, junto a su profesor jefe, el primer curso de las jefaturas del Prof. Osvaldo Garay; abrazo fraterno entre los presentes y memoria por los ausentes. Departieron con nuestra rectora, Sra. Milena Schublin Bisquertt, con quien se había gestionado este encuentro hace ya tiempo. Pero, sobre todo, los recibía el recuerdo vivo de su generación 1972 del Liceo San Agustín entonces.

Citamos algunas palabras que se han recibido por parte de exalumnos, entre ellos el poeta y escritor Ricardo Ulloa López (también estuvo presente otro poeta de esta promoción, César Vásquez) y don Juan Guerra Ortiz, las que son una muestra del espíritu de ese encuentro:

¡CINCUENTA AÑOS: TODAVÍA ES TIEMPO DE ABRAZAR!                                                                         Celebración de Egresados Promoción 1972

“Feliz el que te ama a ti Señor y ama al amigo en ti y al enemigo por ti” (Conf. 2, 9,14).

Traspasar el umbral de esta mampara de amplios vidrios, después de 50 años; observar el hall, regido por la más profunda claridad; los primeros abrazos ceñidos y afectuosos de hombres canos, sin que todavía pudiera reconocer figuras ni voces, me colmaron de razones para entender el porqué, después de recorrer casi ciento cincuenta kilómetros, había detenido mi tiempo en ese lugar tan familiar.

Todas las articulaciones de mis 69 años respondieron a la emoción de esa nostalgia imposible de retransmitir y, sin embargo, vuelve para recordar, nunca haber estado solos. Perviven en nosotros las personas y arquitecturas como retazos de tiempos, aun en las mejores y peores situaciones que hayamos vivido. Siempre hubo muchos otros, aunque no presentes, sabemos viven y sostienen nuestra existencia con recuerdos e historias, que reverdecen cuando alguien o algo nos evoca como estudiantes egresados del año 72 en el San Agustín.

No hubo reclamos ni abucheos cuando nuestro profesor jefe Osvaldo Garay, pidió hacer dos filas e hiciéramos distancia con el brazo derecho estirado al máximo. Luego, ingresar ordenadamente a la sala y sentarnos en el lugar que recordábamos era el nuestro. Fue todo un hallazgo de adolescentes de 66, 67, 68, 69 y 70 años, retornando a la inconsciente inocencia y la esperanza.

Resueltos respondimos, ¡presente, profesor!”, al escuchar nuestros nombres.  Inclinamos la cabeza con profundo respeto, en el momento que fueron nombrados, aquellos adelantados en el tránsito hacia la eternidad.

¡Cuánto nos entristece que algunos se nos hayan adelantado! Nos hacen falta aquellos que se fueron sin pedir permiso para salir de la cancha, sea de fútbol, básquetbol, vóleibol o la pista de atletismo. Sin uno menos, nos dejaron a todos en el dolor de la desventaja. Como salir a la cancha sin el recuerdo de nuestras madres, que siempre, aunque ausentes siguen respirando con nosotros y para nosotros.

Seguidamente, nada tan significativo, como reconocer al profesor que lidió con exigencias y conflictos de adolescentes, en ese tiempo en que éramos un cúmulo de verdades y medias verdades creyendo ser el centro del universo.

Osvaldo Garay, un “Maestro”, regido por los principios de San Agustín y del humanismo cristiano, nos entregó valores y principios, que marcan nuestras vidas hasta hoy.

Luego, recorrer el campo de deportes, donde a esa hora muchos niños, niñas y adolescentes practicaban, indujo a varios de nosotros a relatar “mentirillas” de los supuestos éxitos deportivos, que los oyentes consentían, como viejos cuentos de ancianos.

Una hermosa y significativa liturgia a cargo de nuestro profesor y diácono, quien puso énfasis en el tiempo, (Tomado del Libro Del Eclesiastés Cap.3) 1.“Todo tiene su tiempo y todo lo que quiere debajo del cielo tiene su hora”… 12. “Yo sé que no hay nada mejor para ellos que alegrarse y hacer bien en su vida”… Lo que unido a uno de los pilares del pensamiento Agustino: “Nadie puede ser amigo del hombre, sino lo es primero de la verdad”, redondeó esta primera parte de una jornada única e imperecedera para nuestra generación.

Un almuerzo distendido, coloquial y afectivo, bajo el techo de un cómodo y amable restaurante, hallamos los tiempos para significativas y risibles anécdotas, inundando de alegría y contento a seres humanos en plena madurez, que, sin duda alguna, seguirán orgullosos y enhiestos frente a la vida.

Hoy es tiempo perfecto para que los egresados de otras promociones lo realicen. Aseguro que más de algo van a descubrir. Algún sentido del todo y de cada parte se revelará con simpleza y sencillez.

Ayer el “Toma y Lee”, mañana tal vez el “Ven y Comparte”.

¡¡Alguien siempre te recordará!!

Ricardo Ulloa López                                                                         

Poeta y escritor                                                                                                             

(exalumno promoción 1972)

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