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“El Chacal de Nahueltoro”, elegida la mejor película del cine chileno

Esta película de Miguel Littin que fue estrenada en 1969 cuenta la historia de José del Carmen Valenzuela Torres, quien asesinara a una mujer y a las cinco hijas de esta el 20 de agosto de 1960. Basada en una historia real, es un clásico del cine chileno, siendo elegida últimamente, en una consulta realizada por “El Mercurio” (publicación del 08/04/2018) a 64 personalidades relacionadas con el cine, como la mejor película chilena.

La historia ciertamente es conmovedora y nos habla de cómo las circunstancias extremas, de pobreza, de abandono, van determinando, en gran medida, nuestros actos. En el Chile rural de la primera mitad del siglo XX, la pobreza es muy grande, y esto se refleja bien en el realismo del filme. El niño José del Carmen se va de casa cuando tiene ocho años, y como el Lazarillo de Tormes (sin ser este un pícaro), va yendo de lugar en lugar, de “señor en señor”, sobreviviendo como puede. Va creciendo y su vida no mejora. Es un peón, un gañán, un desharrapado analfabeto, un olvidado, un marginal de nuestros campos, al que no le será extraño el beber, el robar cosas menores y el eterno vagabundear. Un día conoce a una viuda campesina, Rosa Elena Rivas Acuña, pobre como él, y la vida hace que sigan juntos, hasta el momento del hecho trágico, en que, borracho, enajenado, con toda su historia a cuestas, comete el asesinato de ella, luego de las cinco hijas de esta, entre ellas una guagua de ocho meses, “pa’que no sufrieran”, confiesa más tarde. Es un hombre fuera de toda racionalidad, de todo aquello que pudiera servir de contención de la naturaleza más básica de quien no ha conocido cariño, educación y para quien la vida ha sido esquiva, despectiva, hostil siempre. Es detenido días después del crimen en una fonda y llevado a la cárcel, allí comienza una nueva vida, aprende a leer, un oficio, se convierte al catolicismo, en fin, comienza a encontrarse con él mismo, a mirar distinto, a establecer vínculos con los demás, y cuando el profundo cambio ha venido, y aparece el ser humano que estaba enmarañado, caído, cuando todo eso ocurre, se cumplirá la sentencia, en la madrugada del 30 de abril de 1963. Con todo, esperaba el indulto presidencial que no llegó.

Las partes finales de la película nos hablan del drama de la condena a muerte. Nadie puede justificar lo cometido por José del Carmen, pero sí puede tratar de explicárselo, y conmueve, conmociona, cómo la justicia es también capaz de matar. Ante esto, es muy potente el conflicto suscitado, y vienen los cuestionamientos: ¿es legítima la justicia hasta la pena de muerte? Ciertamente son otros los años de aquel suceso; hace décadas, estaba contemplada la pena de muerte en el código de la justicia, pero el hecho sigue siendo el mismo a lo largo de la historia: matar a un hombre, a un ser humano en nombre de la ley, del ordenamiento jurídico que la sociedad se ha dado para su funcionamiento. En estos tiempos en que se habla de legislar, hacer un plebiscito para reponer la pena de muerte en Chile, esta película tiene mucho que decir. Más aún, como en el caso de José del Carmen Valenzuela Torres, alias “El Canaca”, “El Campano”, “El Trucha”, “El Chacal de Nahueltoro”, ya que se mata a otro que el que cometió el crimen, a otro de quien ha vivido en la parte de atrás del muro de la vida generosa, del otro lado del festejo.

Aun así, la historia no bastaría para una gran película, sino lo que es el filme en sí: la dirección de Miguel Littin; las actuaciones, de Nelson Villagra, como José del Carmen, de Shenda Román como Rosa Rivas, de Marcelo Romo (fallecido el 23 de enero de 2018), como el reportero que sigue el caso hasta el fusilamiento; el montaje de Pedro Chaskel; la fotografía de Héctor Ríos; la producción de Luis Cornejo; la recreación histórica desde la magia del cine. Sí, un clásico, una cumbre del cine chileno. Una película para siempre de la filmografía nacional.

 

Extensión y Cultura
JMR, abril de 2018
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