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LA ORIENTACIÓN EDUCATIVA EN LA REALIDAD DE HOY

Lo que viene es una reflexión sobre temas de Orientación Educativa, a partir de la asistencia a un Seminario de Orientadores en la UGM, con dos expositores: el académico y psicólogo vocacional Luis Canessa Be, de la Universidad de Chile, y la académica Javiera Mederos, educadora diferencial, Universidad de Chile.

Cada uno de nosotros reconoce a algunos maestros que tuvieron que ver con “despertar algo” o “cambiar algo” positivamente en nuestras vidas. Esa es parte de la esencia de un educador, de un orientador (recordamos que el primer orientador es el profesor de aula). Cada uno de nosotros podría hacer un tributo a aquellos hombres o mujeres que nuestro corazón de niño o de joven recuerda. Para el profesor Luis Canessa, un inspirador ha sido ese gran pedagogo chileno que muchos hemos tenido la suerte de conocer: Gabriel Castillo. Un inspirador de muchos docentes y orientadores. ¿Y cuál debe ser el alma de un educador?: Ayudar a descubrir la vocación, a “descubrir su vocación [el educando], su llamado a ser en relación con otros y para otros” (G. Castillo).

En el alma del educador-orientador, este deberá hacer suyos algunos verbos (estos indican acciones) en su quehacer: facilitar, confrontar, aconsejar, animar, informar, orientar. Buscará facilitar el aprendizaje, más aún: el desarrollo global del educando; confrontará visiones de mundo, de realidades, para que aquel tome las decisiones que corresponden a esa vida personalísima, única, etc.

Una de las ideas que plantea el profesor Canessa es que el estudio (el estudio oficial) es solo una de las formas de adquirir conocimientos, pero hay otras que no están siempre o precisamente en el aula: la vida es un libro abierto, y nos debemos ejercitar en su lectura. A medida que avanzamos en el camino, sabemos de esta realidad palmaria: la vida nos enseña, cada experiencia nos interpela; hay que hablar a nuestros alumnos de poner atención al mundo en que vivimos, del que cada uno vive en su realidad concreta. “No se bebe si no se tiene sed; hay que crear la sed”, en este caso, crear en el alumno la sed del conocimiento. Eso lo sabe el pedagogo. Nadie, en el fondo, quiere dejar de saber.

“Para motivar a un alumno, es necesario saber qué le falta”. Desde allí se puede lograr mucho, porque si no sé qué necesita el estudiante, ¿cómo se podría motivar a alguien? Muchas veces, seguramente, un profesor en su clase habrá dado un trabajo, por ejemplo: escriban sobre esto, o mejor, escriban sobre lo ustedes sientan o quieran, pero háganlo desde su propia verdad; y mirar luego los rostros y actitudes de sus alumnos: algunos han comenzado y se van prontamente hacia sus profundidades, se ven contentos, inspirados; hay otros que reflejan preocupación, un “no sé de qué escribir”, “no sé cómo empezar”; se escucha “no se me ocurre nada”, “esto no es para mí”, “no tengo imaginación”, y el profesor entonces anima, dice que sí pueden, que sí tienen imaginación, que solo se trata de pasar una barrera, “comience, escriba la frase que me ha dicho y siga, escriba sobre lo que conoce, sobre lo que le importa”, y cuántas veces, al final de ejercicio, aquel o aquella que juraba no poder, viene con su escrito, extrañado de sí mismo o de sí misma: cuánto había en su interior, cuánto había sin saber que estaba latente.

“Ser la mejor oreja del colegio”, para un educador-orientador, en un sentido metafórico, la “oreja es fundamental”, y esta no tiene que ver con más estudios, posgrados o magísteres: es simplemente aquella persona que está dispuesta a escuchar, a acoger, que, de ser necesario, dará o dirá alguna palabra de aliento. El arte de escuchar del pedagogo, y el que debe enseñar a sus alumnos. Estos muchas veces no se escuchan (simplemente porque no lo han aprendido) y en el aula, cuando alguien quiere hablar, hay tal algarabía que no permite escucharnos, pero a escuchar se enseña, se contagia. Se aprende a escuchar y se ama hacerlo cuando se ha descubierto el sentido profundo de escuchar al otro, de atender al mundo que tiene mucho que decirnos o enseñarnos. Una escucha activa es la que hay que propiciar en el aula y donde sea.

Se podría hablar tanto de Pedagogía, arte, ciencia u oficio que viene desde muy antiguo en la Humanidad. La charla de la profesora Javiera Mederos en el mismo seminario, “La inclusión educativa”, daría para otras reflexiones; solo señalar aquí que cuando “hablamos de inclusión, hablamos de estar todos en el colegio”, y que generalmente la discriminación se da cuando ponemos el énfasis en las diferencias con el otro o los otros, pero si hiciéramos el ejercicio de buscar las semejanzas, nos reconoceríamos de la “misma madera”, nos encontraríamos como seres humanos.

El educador-orientador se ve enfrentado –y todo educador– a situaciones en que debe optar, ante un “otro” legítimo, que no es un apéndice de uno, sino un ser absolutamente único y que no nos pertenece; debe optar por el dilema de ser un “ángel de frustración” o un “ángel de consuelo” frente a una iniciativa, a un camino que se comunica y comparte. Que nuestros miedos no pongan peso a las alas de otros, sin que esto signifique renunciar a poner toda nuestra experiencia al servicio del bien de aquellos.

Son algunas reflexiones, después de haber escuchado de Pedagogía, de Orientación Vocacional, del papel del educador/a en la vida de nuestros alumnos. Y de la memoria de aquellos profesores/as a los que nuestro recuerdo les rinde tributo porque “algo cambiaron en uno” positivamente y que tuvo que ver con quiénes somos hoy. ¿Qué eres tú?, se preguntaba el profesor Luis Canessa: ¿un agente de frustración o un ángel de consuelo? Hay que optar siempre por acercarse a esto último como ideal en pedagogía y como ser humano.

JMR (mayo de 2018)

*Luis Canessa Be: Psicólogo Educacional y Vocacional de la Pontificia Universidad Católica de Chile, ha sido Profesor de esta misma Universidad en la Facultad de Educación, Profesor de Universidad Gabriela Mistral, Investigador y autor de libros de Orientación Vocacional y Profesional.

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