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Un comentario o reflexión sobre la PSU y los colegios

Un comentario o reflexión sobre la PSU y los colegios

He tenido a la vista el documento Ranking de colegios por PSU 2018, donde aparecen los resultados del promedio de Lenguaje y Matemática de 4673 establecimientos educacionales de Chile, desde el puntaje más alto hasta los que están muy abajo en la escala, desde 714, 3 hasta 296, 8.

Uno en este ranking puede buscar los establecimientos que nos interesan, pero una vez ya ubicados, después de situarlos en el imaginario de lo que es la educación en Chile, se puede seguir avanzando, y en este orden decreciente ver cómo van disminuyendo los puntajes, esto es, vamos entendiendo que se van abriendo brechas hasta que se transforman en abismos en cuanto a los resultados académicos de una determinada comunidad educativa.

Busqué, por curiosidad, mi viejo Liceo –que para mí fue el mejor entonces, con mis queridos profesores y compañeros de ayer– y me costó encontrarlo por allá metido cada vez más al fondo de esta medición; me pregunté, solo retóricamente, ¿por qué tanta diferencia con los colegios de las cimas de esta escala?, pero seguí descendiendo y era como ir deslizándose hacia abajo, o cayendo, ¿por qué aquellas diferencias eran aún mayores cada vez? Y así hasta llegar al final de la lista, solo porque se acabaron los colegios que rindieron la prueba…, que hacia abajo aún se podía seguir.

Recordé, entonces, que el día miércoles 27 de diciembre había visto o leído en “El Mercurio” el ranking de “Los 100 mejores colegios de esta prueba”, y solo 4 pertenecían al sistema municipal y 1 al particular subvencionado, es decir, también allí las diferencias reflejadas eran desgarradoras, signadas por la condición social, el dinero y sus implicancias.

Cierto, la educación refleja lo que ocurre en otros aspectos de  la vida de un país –algo equivalente debe pasar con la vivienda, con la salud, pensé, lo que fue simplemente reconocer un hecho obvio, pues ni siquiera daba para ser un pensamiento–.
Pero qué abismo de diferencias entre la realidad de los que estaban arriba en el ranking y aquellos que no alcanzaban ni siquiera los 300 puntos. Mi querida educación, la necesaria educación reflejando claramente las grandes diferencias de nuestro mundo. Por eso no me gusta que se hable de los “mejores colegios” de Chile pensando solo en esta prueba, prefiero decir (o escuchar) “los colegios que obtuvieron los mejores puntajes en la PSU”, es más justo con aquel colegio o liceo donde todo está en contra –los que solemos asociar con los del fondo–, pero igualmente allí se da la desigual batalla, donde siempre existe un profesor, una profesora o más que quieren cambiar las cosas –héroes anónimos–, donde hay más de 400 puntos que nos diferencian en el saber y en posibilidades de progreso  humano. A veces un ranking es mucho más que una clasificación, y duele.

JMR, diciembre 29 de 2017

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